El emperador Federico II fue conocido en su tiempo como «stupor mundi» (pasmo del mundo) por su carácter excéntrico y heterodoxo y por sus conocimientos. De él se dice que hablaba nueve lenguas y escribía en siete, a diferencia de otros monarcas de su época, muchas veces analfabetos. Su curiosidad intelectual lo llevó a profundizar en la filosofía, la astronomía, las matemáticas, la medicina y las ciencias naturales. En 1224 fundó la Universidad de Nápoles.
Xavier Guix cuenta en su libro que el emperador Federico II quiso investigar cuál sería el lenguaje primitivo y natural de los hombres.
Con este fin ordenó que se pusiera un cierto número de recién nacidos bajo los cuidados de nodrizas a las que se dio orden estricta de atender con esmero a los niños de modo que nada les faltara, pero cuidando mucho de no dirigirles nunca la palabra ni de hablar con otros en su presencia.
El emperador esperaba poder certificar así qué lenguaje esponténeo nacía de sus bocas: si griego, latín o hebreo.
Por desgracia el experiemnto no llevó a ninguna conclusión: todos los niños murieron.
Tuvieron que pasar siete siglos para comprender lo que sucedió realmente: UN MARASMO, es decir, la desnutrición energética.
Aquellas criaturas no dispusieron de estímulo afectivo alguno. La deficiencia calórica no provenía de una malnutrición, sino del abandono afectivo.
Xavier Guix(2011): ¡Cuánto te quiero! [pág.24-25]
1 comentario:
Estaba buscando otra información y me topé con el nombre del autor del experimento este sobre el lenguaje. Es algo que leí cuando nació mi primera hija allá por 1974... Me trajo muchos recuerdos. Será por eso de la magia de la palabra, de cómo nos hace sentir, pensar, recordar y, tal vez, razonar. Y de esto pasé a asociar con lo que Orwell escribió sobre la neolengua en <1984> y un artículo sobre la cantidad de palabras que constituyen el vocabulario de un adolescente...
Publicar un comentario