sábado, 21 de enero de 2017

Apenas le conocía pero ya se había enamorado y en las leyes de su vida, regidas por un férreo don de sumisión, eso no era menos que un pecado mortal.
Decidió mantener ese sentimiento en secreto. Sería suyo y de nadie más.

Pero la pasión cuando se enciende desata actos incontrolables y ya sólo podía dejarse llevar por la evidencia de sus impulsos.

Quiso saber qué tipo de mujer le gustaba a él hasta conseguir dibujar en su imaginario el aspecto de esa belleza por él ansiada.

En ello se puso a trabajar sin descanso hasta convertirse en aquella mujer de curvas finas, sonriente, recatada, estilosa, fuerte pero a la vez dulce con melena larga que él decía desear.

Y la deseó.  Ella se dejó arrastrar. 

Comenzó su nueva vida en el castillo de princesa del mejor cuento jamás contado al lado de su príncipe y a pesar de los mil dragones que acechaban la fortificación.

Allí se quedó un tiempo. 

Mucho tiempo necesito para darse cuenta que nunca sería esa princesa, que él sólo se amaba a sí mismo y que el castillo, como el del mejor cuento jamás contado, era de arena fina.

No hay comentarios: